Este viernes, Rubén Darío Correa oficializó su llegada a la campaña del Pacto Histórico a la Presidencia de la República.
Desde Cali, el Concejal de Ibagué en compañía de Alfonso Prada, Roy Barreras y dirigentes del Valle del Cauca, la mayoría liberales, soltó la frase icónica de los seguidores del pacto: “Soy Rubén Darío Correa y quiero que Gustavo Petro sea mi presidente”.
El excandidato a la Alcaldía de Ibagué, que nunca se había hecho contar en política, fue la revelación de las elecciones en 2019, al obtener 38.700 votos, a punta de campañas sociales y la veeduría desde el periodismo. Sin duda, es un oxigeno electoral importante para el petrismo.
La apuesta
Rubén Darío se juega el todo por el todo, en las elecciones presidenciales del 29 de mayo.
La eventual victoria de Petro y Francia Márquez, le genera al Pacto Histórico una deuda de gratitud enorme con el equipo de Correa Carvajal, quien está considerando volverse a presentar al primer cargo del municipio en 2023.
La decisión de Rubén Darío de votar por Petro, lo va a acercar aún más al Partido Liberal en el Tolima. El comunicador muy seguramente aparecerá en tarima o reuniones de campaña junto a los hermanos Mauricio y Guillermo Alfonso Jaramillo, la representante electa Olga Beatriz González, entre otros líderes de la colectividad.
Si se consolida una chipa en la que converjan la izquierda, los alternativos y la oposición al barretismo, con Gustavo Petro como inquilino en la Casa de Nariño, el candidato de dicha coalición sería un firme aspirante a llegar al palacio municipal de Ibagué.
Correa le apunta a eso y aprendió la lección; la política se hace con políticos. La oposición que ejerce en Ibagué, así no les guste a muchos, es necesaria. El tema es saberla capitalizar electoralmente y sin dejar heridas o enemistades.
Si esto lo hubiera entendido el concejal Correa en 2019, cuando el Partido Liberal lo buscó para explorar alianzas, tal vez la historia hubiera sido otra y habría evitado que el hoy senador electo Óscar Barrero, hubiera barrido en las regionales.
¿Se repetirá la historia?