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Dónde está el gobernador

abril 5, 2023
En medio de la contingencia que motivó el incremento del nivel de alerta en el Volcán Nevado del Ruiz, el gobernador del Tolima, Ricardo Orozco, desapareció de los radares.

A nadie en Ibagué siquiera le generó inquietud saber por qué en medio de sendas reuniones con los organismos de socorro, incluso delegados del presidente Petro, la cara visible con el rótulo de gobernadora encargada fuera la de su secretaria general, Martha Palacios.

El silencio fue tan prudente como conveniente. Una ausencia desapercibida, casual, casi natural, como si el hecho de que la principal autoridad civil del Departamento no estuviera al frente de un asunto tan delicado, resultara paisaje.

Nadie lo echó de menos, nadie levantó la mano para preguntar por qué un gobernador encargado, cosa bastante inquietante, en especial, cuando en el pasado las reprimendas al alcalde de Ibagué, Andrés Hurtado, al haber dejado la ciudad en situaciones de especial atención desde diferentes sectores resultó implacable.

Que los medios de comunicación callen, que hagan tímidas referencias al asunto hasta podría ser entendible. Las razones, las omitiremos.

Donde el silencio no admite justificación es en las instituciones públicas y menos en aquellas llamadas a ejercer control político.

El jefe de gobierno departamental hizo maletas y se fue a Europa dejando a los alcaldes y las comunidades de la zona de riesgo con más dudas que certezas y en ello debió contar con el concurso de la Asamblea del Tolima.

Al indagar si se tramitó la autorización, de acuerdo con lo establecido en el decreto 1222 de 1986, el presidente de la duma, Felipe Ferro, acudió al recurso del doble check.

Y aunque no se trata de poner en entredicho la capacidad de gestión de la señora Palacios, está claro que en escenarios de tal magnitud, no es igual que la Interlocución ante el gobierno nacional la haga el mandatario elegido legítimamente por los ciudadanos que uno de sus subalternos.

Deja mucho que decir de la responsabilidad frente al manejo de la crisis que, bajo cualquier argumento, el gobernador del Tolima haya salido del país.

Más allá de que se trate de obligaciones familiares, hoy nada puede ser más importante que asegurar la vida e integridad de los ciudadanos, si como en efecto lo juramentó y si es que esa es su obligación constitucional.

Quizá ningún asesor le hizo ver lo improcedente de su decisión, tampoco pareciera haberlo hecho su junta directiva. Fue como si se tratara de esconder un elefante debajo de la alfombra y pensar que nadie lo iba a notar.

Sin embargo, lo más insólito del caso, si es que el calificativo lo permite, es que el 31 de marzo, el propio gobernador Orozco firmó el decreto 0495, mediante el cual suspendió el descanso remunerado de los servidores públicos del Departamento con ocasión de la Semana Mayor y pidió expresamente (en plural) estar en alerta permanente para atender cualquier contingencia relacionada con la actividad volcánica.

Un absoluto despropósito, hasta si se quiere en los límites del cinismo.

No hace falta ver sus fotos en la Plaza de Cibeles, frente al Museo del Prado o en la icónica Puerta del Sol para indignarse. El gobernador Ricardo Orozco y la Asamblea del Tolima le deben respuestas, no a este columnista, ni siquiera a la prensa, les deben respuestas a los ciudadanos.

En especial a los de Casabianca, Murillo, Líbano, Villahermosa y Herveo, donde todavía esperan su presencia con respuestas reales a las necesidades inmediatas y mensajes que les devuelvan algo de tranquilidad en medio de la incertidumbre.

Allá, en esos territorios incomunicados por vía terrestre, sin ambulancias, donde ven cómo del lado de Caldas las acciones coordinadas de sus autoridades se traducen en una respuesta clara, organizada y oportuna.

No puede ser que la primera decisión a control remoto, antes que pensar en la salvaguarda y el amparo de las familias que están en zona de peligro, sea decretar la calamidad pública, con lo que a ojo de buen cubero se abre la puerta a la contratación directa con el mínimo cumplimiento de requisitos.

En otras palabras, hacer que se le aparezca la virgen en plena Semana Santa a esos contratistas “afortunados” y “benefactores” dispuestos siempre a dar una mano en momentos difíciles.

Desde ya, señor gobernador habré de ofrecerle estas mismas líneas para amplificar sus explicaciones si es que así lo estima conveniente.

Por: Andrés Forero
Comunicador Social - Periodista
Twitter: @andresforeroh

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